Tumbada en la arena a la orilla del mar, con sus pies desnudos y los brazos extendidos, alzó la vista hacia el cielo, y solo pudo ver un manto azul, con figuras blancas creadas por las nubes.
El sol iluminaba el océano, el agua brillaba, miles de reflejos se superponían en la misma y a su vez esa luz deslumbraba su interior.
El sol iluminaba el océano, el agua brillaba, miles de reflejos se superponían en la misma y a su vez esa luz deslumbraba su interior.
Escuchando a los pájaros trinar en su plena juventud, el sonido de las olas chocar contra las rocas, y sintiendo el agua rozar y mojar parte de su piel, le invadía una tranquilidad enorme, una paz inmensa, sentía que el tiempo no pasaba, que lo había petrificado solo al crear ese egoísta pensamiento, y lo único que deseaba era sentirse así para siempre.
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